viernes, 11 de junio de 2010

PEDAGOGÍA
Propuesta de trabajo

  1. Luego de leer detenidamente los textos extraídos del libro “Vivir, amar y aprender” de Leo Buscaglia:
    1. Identifica la corriente pedagógica que se encuentra contenida en el cuento de la escuela de animales que él relata y en la clase de dibujo.
    2. Analiza la posición del autor, a qué corriente adhiere, teniendo en cuenta los principios a los que hace referencia. Fundamenta.


Texto 1

“Para mí la personalidad… no es sólo aquello que describe el psicólogo, el sociólogo o el antropólogo… sino también algo que es la singularidad. Todos somos individuos únicos… algo que es solamente nuestro, que nos hace distintos a todos los demás, que nos hace ver de manera diferente, sentir y reaccionar de manera diferente también.

… Sólo espero que alguna vez (cada uno de nosotros) haya conocido a alguien que les haya ayudado a desarrollarlo, puesto que la esencia de la educación no es atiborrarlos de datos sino ayudarlos a descubrir su singularidad, enseñarles a desarrollarla y luego mostrarles cómo hacer para compartirla.

… ¿Saben la impresión que tengo? Que el fundamento de nuestro sistema educativo es convertir a todos iguales a los demás. Y cuando lo logramos nos consideramos muy afortunados.”


Texto 2

Siempre relato el cuento de la escuela de animales, una historia fabulosa…

Un conejo, un pájaro, un pez, una ardilla, un pato, etc., se reunieron para fundar un colegio y se sentaron a redactar el programa de estudios. El conejo quiso que en el programa se incluyera carrera. El pájaro quiso que se incluyese la técnica de volar. El pez, la natación. La ardilla insistió en que debía agregarse el modo de trepar a los árboles en forma perpendicular. Los demás animales también quisieron incluir su especialidad en el programa, de modo que anotaron todo y cometieron el glorioso error de exigir que todos los animales cursasen la totalidad de materias. El conejo era excelente en carrera; nadie corría tan bien como él, pero le exigieron que aprendiera a volar como conveniente disciplina intelectual y emocional. Lo subieron a un árbol y le ordenaron: “¡Vuela, conejo!” y el pobrecito se largó, se quebró una pata y se fracturó el cráneo. Quedó con una lesión cerebral y ya no pudo correr bien, de manera que en vez de obtener la máxima calificación en carrera, obtuvo una inferior, y sacó la mínima en vuelo puesto que estaba aprendiendo. Y el consejo de estudios estaba feliz. Lo mismo le sucedió al pájaro. Era capaz de volar por todas partes, dar volteretas y sacaba la nota más alta, hasta que le pidieron que cavara hoyos en la tierra como un topo. Por supuesto que se quebró las alas y el pico, y no pudo volar más, pero sus maestros se contentaron con bajarle la calificación en vuelo, y así sucesivamente. ¿Y saben quién fue el alumno que dijo el discurso de despedida en la graduación? Una anguila retardada mental porque podía hacer casi todo relativamente bien. El búho abandonó los estudios y ahora vota en contra de todos los impuestos que quieran implantarse para promover la educación.

El pájaro dice: “No quiero aprender a trepar árboles en forma perpendicular. Soy capaz de volar hasta la copa de árbol sin necesidad de hacer eso”. Y le responden: “No importa; se trata de una buena disciplina intelectual”.

Texto 3

La clase de Dibujo

“Había llegado la clase de dibujo. Teníamos todos los crayones ante nuestros ojos y cruzábamos las manos mientras esperábamos. Entonces entraba precipitadamente una mujer vieja y agobiada que ese mismo día había dictado catorce clases de dibujo. Entraba corriendo… y decía: Buenos días, alumnos. Hoy vamos a dibujar un árbol. Y todos los niños pensaban: “Fantástico…” Luego ella tomaba un crayón y dibujaba una enorme cosa verde , le agregaba una base marrón y unas hojitas de pasto, y decía: “Éste es el árbol”. Los niños lo miraban y protestaban: “Eso no es un árbol; es un chupetín” Pero ella afirmaba lo contrario. Después repartía los papeles y ordenaba “ahora dibujen un árbol”. En realidad decía “dibujen mi árbol”. Y cuanto antes uno se percatara de que quería decir eso y pudiera reproducir ese chupetín y entregárselo, más pronto obtendría la máxima calificación.

Pero había un niño que sabía que eso no era un árbol porque había visto un árbol de un modo en que esa profesora de arte jamás había experimentado. Se había caído de un árbol, lo había mascado, olido, se había sentado entre sus ramas, había oído soplar el viento entre sus hojas, y sabía que el árbol de ella era un chupetín. Por consiguiente tomó un lápiz azul, otro naranja, otro rojo y otro verde, y con ellos pintó toda la página y muy contento se la entregó a la maestra. Ella miró el dibujo y exclamó: “…este chico tiene una lesión cerebral. Que vaya a un curso diferencial.”

Cuanto tiempo demoramos en comprender que lo que realmente nos dice es: “Si quieres pasar tienes que copiar mi árbol” Y así transitamos por la escuela, la universidad y los cursos de seminarios de posgrado. Es sorprendente comprobar cómo a esa altura el alumno ya ha aprendido a repetir como loro. Cuando se les pide que sean creativos se asustan.

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